domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Quedarse en Venezuela o irse al exterior?




 
Es el gran dilema para muchas familias venezolanas. Nuestro país siempre ha sido un territorio de inmigrantes y nunca de emigrantes. Las pocas familias que se iban al exterior, durante los gobierno de Juan Vicente Gómez y de Marcos Pérez Jiménez,  no estaban huyendo por problemas económicos, sino políticos, ante las férreas dictaduras que no solamente imperaban en Venezuela, sino en el resto del continente.

Sin embargo, en el caso venezolano fueron más los que llegaron que los que se fueron. Los europeos, cansados de los avatares de la segunda guerra mundial, especialmente los españoles, perseguidos por no compartir las imposiciones del gobierno franquista, los italianos que huyeron perseguidos por el fascismo, los alemanes que se refugiaron en  la posguerra  en Brasil y Argentina, y otros que escapaban de la depresión que se produjo al caer el “eje”,  emigraron hacia los Estados Unidos, Venezuela, Brasil y otros países como Uruguay y Argentina, aunque debemos aclarar que en el Sur de América Latina, la inmigración se produjo durante la primera guerra mundial, y tal vez antes.

No es por casualidad, que una de las zonas residenciales más importantes de Buenos Aires se llame Palermo, capital de Sicilia, ni que la mayoría de los argentinos tengan algún apellido italiano.

Pero, esos inmigrantes, que hicieron fortunas con su trabajo, no todos, jamás pensaron que sus nietos querrían regresar al viejo continente y  hacia EE.UU. Australia o Canadá. Emigrar, para los que habían sido hijos o nietos de inmigrantes, representaba casi un fracaso de todos los esfuerzos invertidos por varias generaciones.

Los colombianos, ecuatorianos, salvadoreños, nicaragüenses y de otros países de América Latina, tal vez con alguna excepción de Brasileños y Mexicanos, se fueron despavoridos hacia Europa y EE.UU. por la situación económica. Allí encontramos ingenieros sirviendo de mesoneros, limpiando baños, de plomeros y otras actividades menores, que  lo que ellos potencialmente podían dar. Pero, no quedaba otro remedio, había que buscarse el sustento y dejar de lado los títulos académicos.

Ahora le toca a Venezuela. País que no está en los genes de su gente, emigrar. Tierra de Gracia, dijera Cristóbal Colón, a quién eliminaron todas sus estatuas, creyendo que así iban a rescatar la Venezuela pre colombina, cuya escasez de cultura se refleja en las pocas obras que dejaron los Caribes y otros poblaciones, culturas nómadas, a diferencia de los aztecas, mayas, incas y otras,  que se asentaron y formaron una cultura del saber que sorprendieron a los conquistadores.

Aparte de los palafitos en el Zulia, que algún alucinado español trató de asemejar a Venecia, de cuyo nombre viene Venezuela, aquí no hubo más nada.

Emigrar
Un país, como el nuestro, con universidades públicas que han permitido formar recursos de primera categoría, y que gracias a lo que era Pdvsa, el BCV, el IVIC, Intevep, la Universidad Simón Bolívar, la UCV y otras instituciones, lograron posgrados y doctorados en las mejores universidades del mundo, hoy somos los parias del mundo.

Pero, ese conocimiento, que hoy todavía perdura a pesar de la ignorancia impuesta, ha hecho que los profesionales criollos se conviertan en una diáspora, en todos los países del mundo. Los venezolanos no llegamos en balsas ni canoas, llegamos por avión y con títulos académicos de primer orden y con unas grandes ganas de trabajar y competir.

No tengo ningún consejo útil, pero para aquellos que están solteros o recién casados, si tienen habilidades superiores  a los países a los cuáles quieren emigrar, háganlo. Vendrán otros tiempos. Aunque le paguen 2.000 dólares, que es lo que se debe pagarle a un  profesional, son divisas que permitirán mantenerlos a ellos y envírales algo a su familia.

Atrévanse. Emigren los que puedan. Para recuperar a éste país, hará falta por lo menos 15 años. Es la verdad, yo no soy político ni demagogo y además soy hijo de inmigrantes. Qué pena. Casi me da ganas de llorar.






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