El oro ya no es lo que
representaba en los años setenta, un refugio ante los avatares de la economía
mundial, tampoco lo es la austeridad y
mucho menos los precios del petróleo.
Lo que viene, con un barril
cuyo precio bajó a menos de 70 dólares, la mitad de lo que se pagaba antes de
la quiebra de Lehman Brothers, en el año 2008, hoy es historia, y si nos
referimos al tan apreciado mineral aurífero, hay que informar que ha perdido un
tercio de su valor, a 1.200 dólares la onza cuando en el año 2011 estaba en
1.920 dólares.
Los inversionistas
preferían comprar acciones riesgosas y rígidas obligaciones con tasa fija,
antes que invertir en oro o en títulos auríferos, a pesar de la incertidumbre
en las posibilidades de crecimiento de la economía global.
Sin embargo, el panorama cambió, ahora, parece
propicio resguardarse en inversiones petroleras y en oro, está a un precio
bajo, y el tenga músculo financiero podría hacer una gran apuesta a mediano plazo.
El panorama puede cambiar en el nivel de consumo y en inversiones, aunque hay
que diferenciar la inversión en petróleo y en oro, son dos cosas diferentes.
¿Qué adquirir?
Comprar en acciones petroleras, en este momento,
podría ser un gran negocio, ya que los precios del crudo son cíclicos, y
probablemente aumentarán. El bajo precio del petróleo se traduce también en más
ahorro para los consumidores de combustible. Esto significa que las industrias
y las familias ahorrarán en energía, lo que les dará un mayor margen para otros
consumos y mayor confianza en la economía.
Sin embargo, los inversionistas miran con
preocupación la caída del precio del crudo, en vista de que refleja el
debilitamiento del crecimiento económico global, pero a la vez significa que
existe una mayor disponibilidad de materias primas y a más bajo precio, por el
aumento de la producción y la oferta.
Materias primas y precios del crudo
La falta de un acuerdo en la reciente finalizada
reunión de la Opep, sobre recorte de producción, acabó con las expectativas de la “guerra de
precios”. El conflicto ahora está abierto sobre dos frentes: Arabia Saudita
(que es el mayor productor de crudo y quiere mantener precios bajos para no
perder mercado) y los otros países productores, más débiles, como Siria, Irán,
Rusia y Venezuela, que quisieran reducir su producción para que suban los
precios.
Venezuela es un país muy particular, tiene las
reservas de crudo pesado más grandes del
mundo en la Faja Petrolífera del Orinoco, pero no las explota. Cambió su
sistema de asociaciones estratégicas, empresas de servicios, para un esquema de
empresas mixtas, en las que detenta la mayoría accionaria, pero debe aportar
para concretar esos desarrollos, divisas que no tiene y que ha gastado al
defenestrar los egresos de Pdvsa para “programas sociales” y no para aumentar
la producción, que hoy debería estar en 6 millones de b/d. según un plan de la
petrolera estatal que se remonta al año 1.996. Además, sus programas políticos
en América Latina, Petrocaribe, Mercosur y otros, Pdvsa está subsidiando las
economías de esos países, con financiamiento petrolero a 20 años y tasas de
interés al 1%.. También subsidia alrededor de 700 mil barriles diarios en
gasolina, con una producción que no supera los 2,3 millones de b/d, según
fuente de la AIE y de la Opep. Los únicos que le pagan cash son los tan
“odiados” imperialistas de EE.UU.
El conflicto entre la Opep y los productores de
Shale oil (con nuevas técnicas de extracción (fracking), seguirá, ya que la economía de escala ha
rebajado sustancialmente la extracción de gas y crudo de esquistos. Según
estudios de Shell el costo podría reducirse a 20 dólares el barril en el
mediano plazo, por lo que los países netamente productores de petróleo seguirán
teniendo competencia.
Además de esa competencia, hay que considerar que
existe una baja en la demanda, debido al debilitamiento en el crecimiento de
China, uno de los mayores consumidores de petróleo. También hay que considerar
el fortalecimiento del dólar en el mercado internacional, que es la divisa
principal para hacer transacciones de “commodities”, además de la baja
inflación, precios bajos para la producción, debido a una caída en los salarios
y de los costos de financiamiento.
En otras palabras, la disminución sustancial del precio
de petróleo, y por lo tanto de la energía, llevará a las economías
desarrolladas a producir más y a las
familias a consumir y ahorrar más, lo que significa un aumento de la oferta y
la demanda. Los que pierden son los que no han diversificado su economía.
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