miércoles, 31 de diciembre de 2014

Fugados de retenes aumenta peligrosidad en las calles



Los retenes policiales parecen posadas. Los detenidos entran  y salen. Como si las paredes fueran de cartón piedra y los barrotes de plástico. 

Esta mañana se fugaron 4 detenidos  de la sede de la policía municipal Andrés Bello en la región de Barlovento (Estado Miranda), robaron el arma a un funcionario e hirieron a otro. 

Ayer huyeron 6 peligrosos delincuentes del Retén de PoliCarirubana, Punto Fijo (Estado Falcón),  cuyas edades oscilan entre 18 y 29 años, que estaban recluidos en 3 celdas con capacidad para 9 personas, sin embargo había 25 detenidos.

También se fugaron ayer 33 detenidos de la Sala de aprehensiones de la Policía Municipal de Chacao y 5 de ellos fueron recapturados, quedan 28 en la calle. El 26 de noviembre se dieron a la fuga 42 reclusos  de los calabozos de la CICPC en Los Teques y unos días después, en la misma zona, huyeron 11 reos del retén de la Policía del Estado Miranda, 5 fueron recapturados. Total, según cifras oficiales, hay 82 fugados de los retenes, lo que aumenta el peligro en las calles, además de los que no han sido capturados y que acechan todos los días a la población.

Los retenes policiales no tienen la seguridad requerida para mantener a “buen resguardo” los delincuentes detenidos. Son instalaciones para detenciones provisionales, que luego deberían pasar a las “cárceles convencionales”, que de paso están sobrepobladas, por lo que los malhechores aprovechan la escasas condiciones de control o la complicidad de autoridades, para darse a la fuga, mientras el Ministerio responsable de las cárceles y de la delincuencia no terminan de encontrar soluciones efectivas para asegurar que los detenidos permanezcan en reclusión y sean sometidos a los juicios correspondientes. Hay que ver lo que le cuesta a la policía detenerlos.

Muchos agentes han fallecido de manos del hampa que está mejor armada que las propias autoridades. Luego viene la odisea que significa llevarlos a juicios y condenar a los que realmente sean culpables de delitos. No para que vivan hacinados. No para que ingresen en las universidades del delito y salgan peor de lo que entraron, con mayor grado de violencia y peligrosidad para la sociedad. Es tarea y deber del Estado asegurar su rehabilitación y además prevenir el delito y garantizar a la comunidad su seguridad, tranquilidad, libre desplazamiento y especialmente la vida.

Por cierto, ayer el Presidente Nicolás Maduro no se refirió al asunto, uno de los más graves problemas que enfrenta el país. Se indignó por la agresión sufrida por la ex Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, suceso realmente digno de repudio, sin embargo no habló sobre los asesinatos y familias enlutadas que ha dejado la delincuencia en el año 2014.


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