Es
la pregunta de las “sopotocientos” mil lochas (considerando la inflación). Lo cierto del caso es que el gobierno de
Maduro no tiene cómo abastecer el mercado y aparentemente tampoco sabe cómo
hacerlo. Ya no es un problema de la clase alta y media pidiendo libertad y
democracia, que con enormes marchas llenaban avenidas y calles de Caracas hace
algunos años, hasta que alguien decidió dispararles y matar, antes que
conversar.
Ahora el problema es de todas las clases sociales, especialmente si
consideramos que los sectores más desposeídos creían que algún día le iba a
llegar la bonanza y por ello no participaban, por lo menos masivamente en las
marchas. El gobierno les vendió que los “reclamantes” eran “hijos de papá”,
como si en los estratos bajos no tuvieran también familia o intereses por la
patria. A algunos les salió la lotería
en viviendas y empleos, aunque fuera sin los derechos que consagran la
legislación laboral venezolana. A otros les salió “el resentimiento clasista”, formado por el odio impartido por consignas
del gobierno. Pero, algo es algo, entre misiones y otras guarandingas, una
cantidad de gente empezó a percibir “biyuyo”, incluyendo a los que solo
trabajaban para que los demás no lo hagan (la terrible lista Tascón, que
todavía está viva).
De
allí, el despido de más de 20.000 trabajadores de Pdvsa, empresa insignia de
Venezuela, que estaba entre las cinco primeras compañías mundiales de petróleo.
Pero, entre Rafael Ramírez, Jorge Giordani, y por supuesto Chávez (el
mandamás), acabaron con muchos años de
experiencia en recursos humanos capacitados en las mejores universidades del
país y del mundo para manejar eficientemente nuestros recursos petroleros. El
famoso acuerdo, denominado, por algunos “la guanábana” y por otros “El Pacto de
Punto Fijo”, contemplaba NO meterse con la “gallina de huevos de oro”, que era
y es la que mantiene el país (Pdvsa).
Chávez
no solo se metió con la “gallina de huevos de oro”, la volvió añicos. La desintegró. Lo mismo hizo
con Intevep y el IVIC. Y con las empresas del lago de Maracaibo, de Maturín y
otras. Acabó con todo, hasta con la producción agrícola. Y ahora se pagan las
consecuencias. Ahora, cuando sería más
importante la llamada “Orimulsión”, patente venezolana, que ilusionó a muchas
centrales hidroeléctricas del mundo, por su competencia con el carbón, al ser
sustancia líquida (crudo pesado, agua y un catalizador), ya no existe.
Alguien convenció a Chávez que
se le sacaría más provecho si refinábamos el crudo y vendíamos ligeros grados
API. Para eso hacían falta inversiones, y grandes. Cuando algunas empresas
decidieron hacerlo, el “gigante” las expropió. Allí están Exxon-Mobil y Conoco-Phillips,
entre otras, demandando a Venezuela por incumplimiento de contratos. Y allí
también están las empresas canadienses, que invirtieron para extraer oro, y que
también demandan ante el CIADI. Esas resoluciones del CIADI están en cursos y
las demandas amontan a más de 30.000 millones de dólares. Y allí están
haciendas y fincas expropiadas, que se comieron todo el ganado y arrasaron con
la producción agrícola.
Cosechas lo que siembras
Ayer,
domingo, en el Diario El Nacional, el “chamo” politólogo, despedido por el PSUV
con una patada por el rabo, Nicmar Evans, todavía tenía los riñones de decir
que lo mejor que apreciaba era que “habíamos salido del rentismo”. ¡Vergación! Hay que ver tamaña mentira. Cada vez somos
más rentistas. Pero, no quiero hablar de la gente de “marea socialista”. Ellos no existían cuando uno se la jugaba por
la izquierda de este país. Y no como hacía Elías Jaua, encapuchado en los
ochenta. Deberían ser realmente los “revolucionarios”, los primeros en condenar
con señas y pelos a los corruptos, que son suyos. ¿Cuál socialismo? ¿El de
civiles y milicos llenándose, ligados al poder?
Lo que viene
Lo
que viene ahora ya no son marchas de la clase media, son colas en busca de
comida. Eso es lo que hay. Y, ojo, lo que nunca quiso el gobierno, se le
levantarán los sectores populares. Y no habrá forma de detenerlos. Es la
comida. Es el detergente. Son las medicinas. Hay, ahora, que dejar que los
sectores populares y los más desposeídos se expresen. No hay que hacer olas,
cuando el mar ya está turbio. Ni darles motivo a éste “gobiernito” para tirar
un “estado de sitio”. Que el pueblo se expresa. Por una vez, el silencio de la
oposición, es importante. Hay que apoyarlos inteligentemente.
Los resultados del socialismo del siglo XXI en Venezuela:hambre y miseria |
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