lunes, 12 de enero de 2015

Se unen comida y libertad


Es la pregunta de las “sopotocientos” mil lochas (considerando la inflación).  Lo cierto del caso es que el gobierno de Maduro no tiene cómo abastecer el mercado y aparentemente tampoco sabe cómo hacerlo. Ya no es un problema de la clase alta y media pidiendo libertad y democracia, que con enormes marchas llenaban avenidas y calles de Caracas hace algunos años, hasta que alguien decidió dispararles y matar, antes que conversar.

 Ahora el problema es de todas las clases sociales, especialmente si consideramos que los sectores más desposeídos creían que algún día le iba a llegar la bonanza y por ello no participaban, por lo menos masivamente en las marchas. El gobierno les vendió que los “reclamantes” eran “hijos de papá”, como si en los estratos bajos no tuvieran también familia o intereses por la patria.  A algunos les salió la lotería en viviendas y empleos, aunque fuera sin los derechos que consagran la legislación laboral venezolana. A otros les salió “el resentimiento clasista”,  formado por el odio impartido por consignas del gobierno. Pero, algo es algo, entre misiones y otras guarandingas, una cantidad de gente empezó a percibir “biyuyo”, incluyendo a los que solo trabajaban para que los demás no lo hagan (la terrible lista Tascón, que todavía está viva).

De allí, el despido de más de 20.000 trabajadores de Pdvsa, empresa insignia de Venezuela, que estaba entre las cinco primeras compañías mundiales de petróleo. Pero, entre Rafael Ramírez, Jorge Giordani, y por supuesto Chávez (el mandamás),  acabaron con muchos años de experiencia en recursos humanos capacitados en las mejores universidades del país y del mundo para manejar eficientemente nuestros recursos petroleros. El famoso acuerdo, denominado, por algunos “la guanábana” y por otros “El Pacto de Punto Fijo”, contemplaba NO meterse con la “gallina de huevos de oro”, que era y es la que mantiene el país (Pdvsa).

Chávez no solo se metió con la “gallina de huevos de oro”,  la volvió añicos. La desintegró. Lo mismo hizo con Intevep y el IVIC. Y con las empresas del lago de Maracaibo, de Maturín y otras. Acabó con todo, hasta con la producción agrícola. Y ahora se pagan las consecuencias.  Ahora, cuando sería más importante la llamada “Orimulsión”,  patente venezolana, que ilusionó a muchas centrales hidroeléctricas del mundo, por su competencia con el carbón, al ser sustancia líquida (crudo pesado, agua y un catalizador),  ya no existe.

Alguien convenció a Chávez que se le sacaría más provecho si refinábamos el crudo y vendíamos ligeros grados API. Para eso hacían falta inversiones, y grandes. Cuando algunas empresas decidieron hacerlo, el “gigante” las expropió. Allí están Exxon-Mobil y Conoco-Phillips, entre otras, demandando a Venezuela por incumplimiento de contratos. Y allí también están las empresas canadienses, que invirtieron para extraer oro, y que también demandan ante el CIADI. Esas resoluciones del CIADI están en cursos y las demandas amontan a más de 30.000 millones de dólares. Y allí están haciendas y fincas expropiadas, que se comieron todo el ganado y arrasaron con la producción agrícola.

 Cosechas lo que siembras

Ayer, domingo, en el Diario El Nacional, el “chamo” politólogo, despedido por el PSUV con una patada por el rabo, Nicmar Evans, todavía tenía los riñones de decir que lo mejor que apreciaba era que “habíamos salido del rentismo”. ¡Vergación!  Hay que ver tamaña mentira. Cada vez somos más rentistas. Pero, no quiero hablar de la gente de “marea socialista”.  Ellos no existían cuando uno se la jugaba por la izquierda de este país. Y no como hacía Elías Jaua, encapuchado en los ochenta. Deberían ser realmente los “revolucionarios”, los primeros en condenar con señas y pelos a los corruptos, que son suyos. ¿Cuál socialismo? ¿El de civiles y milicos llenándose, ligados al poder?

Lo que viene

Lo que viene ahora ya no son marchas de la clase media, son colas en busca de comida. Eso es lo que hay. Y, ojo, lo que nunca quiso el gobierno, se le levantarán los sectores populares. Y no habrá forma de detenerlos. Es la comida. Es el detergente. Son las medicinas. Hay, ahora, que dejar que los sectores populares y los más desposeídos se expresen. No hay que hacer olas, cuando el mar ya está turbio. Ni darles motivo a éste “gobiernito” para tirar un “estado de sitio”. Que el pueblo se expresa. Por una vez, el silencio de la oposición, es importante. Hay que apoyarlos inteligentemente.










Los resultados del socialismo del siglo XXI en Venezuela:hambre y miseria

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