Salvatore Lo Mónaco.- Cuando Carlos Gardel lanzó esa famosa
canción que dice “20 años no es nada” hablaba de amor y no de política. En
política 20 anos es mucho, hasta para el tema de José Feliciano: “la cárcel de
Sing Sing”. Son generaciones, incluso para la destartalada economía argentina
peronista y de los monarcas Kirchner. Un país, que con sus extensos y ricos
terruños alimentó al mundo en varias guerras mundiales y podría seguir
haciéndolo. Pero, al parecer, hay alguna maldición que cae en nuestros países
de América Latina: se llama cultura. Cultura democrática. Todavía estamos
buscando “el hombre a caballo, que nos salvará”. Los que hablan del “pueblo”,
hablan de su militancia, de sus electores, de su clientela política.
Lo mismo ocurre en Brasil, pura corrupción. Un discurso
populista de Lula y luego la actual mandataria Rousseff, que todavía puede caer
más bajo en las encuestas enredadas entre los escándalos de Petrobras, Andrade
Gutierres y Oderbhecht. Es que la denominada izquierda, nunca ha sabido de
economía, sino para sus propios bolsillos. ¿Cuánto le habrá dado Oderbrecht a
Lula? Algún día se sabrá. Alguien me decía, en la UCV, en los setenta, que los
dirigentes de la izquierda, tenían “hambre atrasada” y la iban a cobrar con
creces.
La praxis de los ignorantes
En Venezuela la cosa es peor. Si hubiese, el gobierno
de Miraflores, contratado a expertos para destruir este país, tal como lo han
hecho, nunca habría resultado tan efectivo como la praxis de los ignorantes que
lo han realizado. Han acabado con el país. Al país potencialmente más rico del
mundo, lo volvieron ñoña o como diría el extinto Chávez, “una plasta”.
Y eso es lo que tenemos, un país vuelta “ñoña”. Un
país que incluso da pena ajena. Con más de 100 dólares el barril, durante
varios años, no ahorró nada, se lo tragaron todo y le pintaron una paloma al
Fondo de Estabilización Macroeconómica. No le metieron ni un medio (la locha ya
no existe). Ni siquiera entendieron el mensaje bíblico de “las vacas gordas y
de las vacas flacas” y mucho menos al escritor Arturo Uslar Pietri, creyeron
que “sembrar el petróleo” significaba depositarlo en sus cuentas en Suiza,
Andorra, u otros paraísos fiscales.
Un país, que ni siquiera con el difunto e inefable
Rafael Caldera, que se tragó a su partido y a sus delfines, con 9 dólares el barril,
se había vivido este temporal de colas, de tiempo potencialmente perdido
buscando alimentos y otros productos del quehacer diario.
No dejaron nada. Ni siquiera las tropas de Jengis Kan han
acabado con esta tierra como él lo hizo en sus tiempos y en los lugares que
dominó.
No voy a hacer ningún comentario sobre los honorables
magistrados del TSJ, ni sobre el Contralor, ni voy a referirme al Defensor del
Pueblo, no vale la pena, son peones en un tablero de ajedrez que manejan desde La
Habana. Son gente a las que no vale la pena referirse. Los Castro, ya en sus
últimos años de vida, quieren dejarle su herencia nefasta a este “gobiernito”,
súbdito de los dictámenes cubanos, mientras ellos tratan de reivindicarse con
la historia negociando con la Casa Blanca.
A algunos gobiernos de algunos países les ha resultado
positivo echarles la culpa de sus propios errores a supuestos enemigos
externos. Por supuesto, el “enemigo yanqui” ocupa la primera posición en el
ranking, especialmente en la “biblia” llamada “Las Venas abiertas de América
Latina” cuyo autor, Eduardo Galeano, hoy le escurre el bulto.
A Chávez le funcionó un tiempo. Hasta causó risa en la
ONU cuando dijo que olía a azufre la presencia de Bush. Pero, las cosas y
argumentos se van acabando, agotando por su propio peso y por la realidad.
Maduro, también lo intentó, no pudo. Luego la “agarró” con Guyana. Venezuela
tiene bastantes argumentos legales para tomar absoluta posesión del Esequibo,
pero una cancillería desmantelada, ignorante, no tiene capacidad para reclamar
lo que es nuestro. Ni siquiera las regalías y subsidios a Petrocaribe ni a
CARICOM lograron un voto favorable hacia Venezuela.
Así que la emprendieron con la compleja situación fronteriza
con nuestra hermana República de Colombia, que por cierto, en sus fronteras
nacieron nada más y nada menos que Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Carlos
Andrés Pérez, y muchos otros mandatarios, jerarcas, escritores y personalidades
que han hacho grandes aportes al país, luego de la Nueva Granada y la Gran
Colombia. Se metieron en “camisas de 11 varas”.
Van a tener que negociar, porque el problema, además de
político, por la diferencias de esquemas, es económico, dada la poca
productividad interna en alimentos e insumos, luego de que este régimen acabó
con la agricultura, la agroindustria y las empresas manufactureras. Pretendía y
pretende acabar con la empresa privada, para que no sea competencia en el
monopolio político y económico del régimen que gobierna, que de paso, la empresa
privada no tenga dinero para financiar a factores democráticos de la oposición.
¿Qué le queda a los ciudadanos democráticos?
Qué le queda al país democrático? Salir a votar
masivamente, como nunca se haya visto, para tener mayoría absoluta en la
Asamblea Nacional. Con la desproporcionada, injusta y absurda sentencia en
contra de Leopoldo López Mendoza, el régimen trata de acobardar al electorado,
quisieran que se fueran a la calle, a encender el país, para darles una excusa
que les permita extender el decreto de estado de excepción a todo el territorio
nacional, y así anular las elecciones parlamentarias del 6 D.
Hay que mantener la calma. Leopoldo saldrá de sus
rejas en el momento oportuno. No hay que “pisar peine”, A ganarle, a votar, a
salir de este régimen por la vía constitucional y legal, porque los milicos, hace
tiempo están comprados y sus bocas tapadas con un bozal de arepa y cambures.
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