martes, 3 de febrero de 2015

Maduro avanza hacia el totalitarismo

Un país que haga colas para redistribuir lo que queda, por allí anda Venezuela


Lo de Farmatodo no es una medida aislada, forma parte de un extenso programa: expropiar a las grandes empresas privadas y comercializadoras. Ahora vienen otras farmacias y luego les llegará la hora a los supermercados. De hecho, según anunció Diosdado Cabello, el Supermercado Dia Día, ya está en el bolsillo del gobierno. Le faltará muy poco a Makro, al Central Madeirense, al Plaza y otros.

Lejos de rectificar, el gobierno de Maduro y de los altos jerarcas militares, quieren imponer la economía planificada y centralizada, esquema que no ha funcionado en ninguna parte del mundo. Ni siquiera en Alemania del este, que al fin y al cabo son alemanes y una vez caído el muro de Berlín se dieron cuenta de las diferencias abiertas entre una economía y otra, la occidental.

Tampoco es fortuito que se formen las colas en los supermercados. Ahora el gobierno quiere esconderlas. Conduce a la gente, como si fuera ganado, a los sótanos del Bicentenario en la Plaza Venezuela y en dónde puedan. No quieren fotos. No quieren que las imágenes se reflejen en la prensa, especialmente en medios internacionales. El negocio está abajo, subterráneo, haciéndole ganar “unos reales” a los estratos más desposeídos que emplean su tiempo en comprar y revender. 

Piensan que, al fin y al cabo, las divisas las produce Pdvsa, que el 96% de los dólares que entran al país se debe al petróleo y por ello, siendo la petrolera estatal, entienden que es de ellos, del gobierno, nunca del pueblo ni de la nación, de ellos, por lo que pueden disponer de esos recursos como se les ocurra. Y, siguiendo esa “lógica”, la empresa privada para ellos es “parasitaria”, casi no tiene sentido de ser. Ellos tienen los dólares, los demás que vengan a pedir “a  ver a quienes se los damos y en qué condiciones”.

De allí es todo lo que ocurre. De un concepto, una percepción, una ideología, una forma de ver el país, una forma de detentar el poder y los privilegios. El que tiene el poder, tiene todo, por lo que puede disponer de ello. Así, poco a poco, están desarmando el país, para convertirlo en un gran rancho. Un palacio que distribuye la renta a los ranchos, según lo que quede luego de su desfrute, de los jerarcas. Así quedó el pueblo de Bolívar.



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